Autor de la fotografía: Big Ashb (Licencia Creative Commons)
Gracias a ello, se elevaba la potencia hasta los 736 CV. El motor incluía un radiador de 500 litros de capacidad con hielo y agua para evitar el sobrecalentamiento del mismo.
Sin embargo, el cambio más notable se producía en el exterior, buscando la mayor aerodinámica posible y cubriendo, por completo, el automóvil. De hecho, los ingenieros consiguieron reducir la resistencia aerodinámica del automóvil a un coeficiente de 0,157 Cd. Habían creado “el coche del futuro”.
El 28 de febrero de 1938, Rudolf Caracciola -¿quién si no?- se puso a bordo de este espectacular coche, en la carretera que une Frankfurt con Darmstad, siendo conocida hoy en día como parte de las carreteras Autobahn alemanas.
A pesar de que el coche, a elevadas velocidades, llegaba a levantarse la parte trasera del vehículo, llegó a alcanzar una velocidad media de 432,7 km/h, durante un kilómetro entero. Una velocidad estratosférica, récord de velocidad en carretera pública. La hazaña fue tal que se conoció como “el récord eterno” y lo llegó a parecer.
No fue hasta el año 2017 que no se rompió este récord por el Koenigsegg Agera RS, alcanzando los 445 km7h. Sin embargo, el récord que consiguió Mercedes con el W125 Rekordwagen sigue siendo, a día de hoy, una marca inexplicable por la época en la que se produjo. Un récord impresionante para un coche inigualable.
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